lunes, 27 de junio de 2011

lo que pasa en las vegas...

Hotel Mandalay Bay. un 5 estrellas con playa artificial. Suite presidencial... Aquí me alojo... junto a 20 personas más!!!

La habitación (por llamarla de alguna manera) está pensada para 4 personas... pero os aseguro que no tenemos problemas de espacio. He visto muchas, muchas casas familiares más pequeñas que ésto. Metros de puro lujo... que toca disfrutar.

No hay ningún control de habitaciones (razón por la cual dormimos 20 personas en una habitación para 4). Los hoteles no hacen negocio con el alojamiento... La gallina de los huevos de oro está en la parte central de estos rascacielos. Efectivamente: los casinos.

Apenas me he dado una vuelta rápida para ver, oír y tocar el vicio. Pero, puedo prometer y prometo, que no he jugado un solo dólar en estos tres días. Aún me queda una noche. Todo puede pasar... pero quiero poder decir cuando vuelva: "Yo estuve en Las Vegas y no perdí ni un dólar". Tampoco podré decir que lo gané... pero prefiero quedarme así, como estoy, que a mí me encanta el riesgo y prefiero no tentar a la suerte. Y si algo puedo decir después de lo que he visto aquí es aquello de "la banca siempre gana".

Precisamente no han sido los casinos ni los clubs de strepteasses lo que me han traído hasta Las Vegas. El principal atractivo de este viaje, para mí, son 3 letras: EDC (Electronic Daisy Carnival; en español, el Carnaval Electrónico de la Margarita), un festival que, después de celebrarse varios años en Los Ángeles, llega al Circuito de Velocidad de Las Vegas para concentrar a más de 80.000 personas y a los mejores grupos de música electrónica de la actualidad.


martes, 21 de junio de 2011

farewell

Todo tiene su fin.




Toca despedirse de California... pero no de los Estados Unidos. Mi vuelo sale en 4 días... y que mejor manera de despedirse que pasarlos.... EN LAS VEGAS!!!

sábado, 9 de abril de 2011

giants-cardinals

Ayer arrancó la temporada 2011 de la Major League Baseball, la máxima categoría del béisbol estadounidense. Los actuales campeones, los ‘Gigantes ‘(Giants) de San Francisco, se enfrentan a los ‘Cardenales’ (Cardinals) de St. Louis (Missouri) en su primera serie (la liga consiste en series de tres o cuatro partidos en días consecutivos contra el mismo equipo). Se juega en el AT&T Park, la casa de los ‘Gigantes’ desde el año 2000.


El partido de hoy era el más especial de la temporada porque, antes del comienzo, se celebraba una ceremonia en la que se hacía entrega de los anillos a los campeones. Las barras y las estrellas, como dondequiera que vayas aquí, siempre protagonistas. Da gusto ver cómo la gente se enorgullece de su bandera. Puedes llevarla a cualquier sitio sin que ningún ignorante te increpe por ello. Qué envidia.


El ‘pre-game’, que es como llaman aquí a la previa de los partidos, no es muy diferente a lo que estamos acostumbrados: un buen calentamiento en el bar…


y derechos al estadio.


Los controles de seguridad, minuciosos.


Es lo que te encuentras aquí cada vez que vas a acceder a cualquier recinto o edificio: mucha seguridad. Y se agradece, te da tranquilidad. También hay mucha organización en los accesos. Organización por parte de la gente, que hace largas colas que se respetan sagradamente. Les faltarán muchas cosas, pero en modales y educación nos llevan mucha ventaja. Eso sí, en piratería no están muy atrás: los alrededores del estadio estaban llenos de reventas. Aquí los llaman ‘tickets scalpers':


Me he sentido un poco descolocado. Los 42.000 aficionados que llenaban el estadio estaban muy emocionados. Gritos, cánticos, risas, llantos… Yo, por más que he intentado meterme en el ambiente, no lo he conseguido. Lo de la ceremonia me ha cogido algo frío. Y no es de extrañar, el estadio está a la orilla de la Bahía de San Francisco (y yo, como de costumbre, llevaba poco abrigo).


Luego, conforme avanzaba el partido, me iba congelando cada vez más. Estoy seguro de que si lo entiendes bien y lo has jugado durante años, el béisbol puede ser un deporte apasionante. Pero no es mi caso. Jugué un par de veces en el colegio, y jamás había visto un partido. Ni siquiera en la tele. 



He ido con Jose Luis Contreras, unos de los grandes amigos que he hecho en California durante este tiempo. Es mexicano. Aquí es difícil no tener un mexicano en tu vida.  Hay muchos. Su tía trabaja en para los ‘Gigantes’, así que nos dio unas invitaciones. Es el mexicano más blanco que he conocido. En un evento que tuvimos hace poco en la universidad, una de las organizadoras le dijo: “Lo siento, Jose, pero al final no vas a ser tú quien lleve la bandera de México para la ceremonia. Eres demasiado blanco para representar a los mexicanos”. A él no le hizo ni pizca de gracia, y todavía se ‘pica’ cuando se lo recordamos.


Contreras me ha explicado cómo funcionaba el juego pero, aun así, me ha parecido aburrido. Es un deporte lento, pausado. Pero eso no quiere decir que no me haya divertido. Me lo he pasado muy bien, aunque no con el juego sino con el ambiente. A la media hora de empezar nos hemos subido a la zona de los palcos, cristalizada y con calefacción, a ‘disfrutar’ el partido desde allí: perritos calientes y patatas con ajo para cenar, gente de toda clase para hablar y entretenerte, y cerveza Budweiser para que no se reseque la garganta. Allí, el partido es lo de menos. Aun así, el final ha sido alucinante. Yo no me he enterado de mucho, pero lo he disfrutado como nadie. Era la última bola y a los ‘Gigantes’ solo les valía un ‘home run’ (batear la pelota fuera de los límites de campo) para ganar. Cuando estaban a punto de conseguirlo, un jugador rival ha atrapado la bola, y todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza. Pero un segundo después, al caer del salto, se le ha resbalado la bola de las manos y ha caído fuera de la línea. Todo el mundo se ha vuelto loco. La gente me abrazaba. Todos se abrazaban. Fuera, los periodistas retrasmitían la fiesta en directo desde un plató portátil a las puertas del estadio.


No sé si algún día volveré al AT&T Park. Si me garantizan la merienda y la emoción del final del partido de hoy, lo haré las veces que haga falta.

viernes, 25 de marzo de 2011

paquito

Tres semanas. Si me descuido, aquí se me queda. De ilegal, como los mejicanos, pero sin haber saltado la frontera. El recibimiento fue una risa. Bueno, para todos menos para él. Me llevé a Lucy y a Kelly, dos amigas de la universidad, para que lo esperaran con un cartel nada más llegara, y yo me escondí para verlo todo.


Mi intención era que se mosqueara, que empezase a buscarme, a volverse un poco loco. Pero nada de eso. Paquito nunca pierde los nervios. Pero esto fue demasiado incluso para él: cuando las vio, la cara de ‘reventado’ que llevaba después de 20 horas viajando no le cambió lo más mínimo, se acercó a las chicas y, tan tranquilo, les soltó: “Venga, vamos a por la maleta”. No me lo creía. Lo dejé que se fuera con ellas y, al minuto, lo sorprendí por la espalda. Estaba echo polvo. Lo único que quería era llegar y 'reventar' la cama.


Durante mis vacaciones de ‘spring break’ (semana de primavera) lo llevé a Los Ángeles.  Allí estuvimos cuatro días, lo justo para ver Hollywood...


ir a la playa...


salir de fiesta...


y visitar Beverly Hills. 


Nos hospedamos en un hotel en el mismo Hollywood Boulevard con cinco franceses más en una habitación para cuatro. Estuvo muy bien. Después, dos semanas de okupa en mi residencia. Como uno más. 


No lo hemos cuidado del todo mal...



De comer no lo ha faltado (creo que lo que más le ha gustado de todo el viaje ha sido la comida de la universidad) y, de beber, tampoco...


Ha vivido el sueño americano... aunque a veces fuera duro despertar de él:


El cabrón no pierde sus puntazos ni en inglés. Aún no tiene la soltura de Shakespeare, pero el tío se ha desenvuelto con una soltura que da gusto. Aquí ya lo echan de menos.






Se hace querer este Paquito.

viernes, 4 de marzo de 2011

google

Te reciben en un hall donde puedes tocar el piano, jugar al pinball o echar un billar mientras esperas a que salga el googler (así se hacen llamar los trabajadores de Google). Si no vas a visitar a uno de ellos, no puedes acceder al campus donde se encuentran las oficinas centrales de Google, en  el 1600 Amphitheatre Parkway Mountain View (San Francisco). 40 edificios donde trabajan casi 10.000 personas.  Nuestro googler ha sido Rodolfo Araúz, uno de los abogados de la empresa. A mi izquierda en la foto:


Trabajar en Google es una pasada. Se respira un buen rollo que cuesta creer que están trabajando. El ambiente que la empresa ha preparado para ellos hace que ir a la oficina sea algo excitante: piscina, jardines, cinco gimnasios, biblioteca, 17 restaurantes (uno de ellos vegetariano), servicio de lavandería y peluquería, una guardería para niños y otra para mascotas. Y todo gratis. En todos los edificios, hay una cocina por piso donde además de café siempre hay comida (helados, chocolatinas o frutas) disponible, donde se invita a la distensión con billares y futbolines. “Jugar es otro modo de crear equipos”, dice Roberto. Por eso, también tienen toboganes:


La mayoría de googlers no tiene vehículo propio. No lo necesitan. Disponen de chófer y coches eléctricos de la empresa que pueden utilizar cuando quieran. Dentro del campus se mueven en bicicletas como esta:


Aquí todos visten de manera informal. Google piensa, como dice Roberto, que “no es necesario vestir traje y corbata para ser serio”. Incluso los jefes van en vaqueros y camiseta. Y no reciben ningún trato especial por parte del resto de trabajadores. “Si trabajas para Google, da igual cual sea tu puesto, puedes ir al jefe y decirle las cosas tal y como las piensas, con respeto, pero sin paños calientes. La igualdad entre trabajadores es uno de los pilares de esta empresa”, dice Araúz. No hay despachos, trabajan en un ambiente totalmente abierto. En todos los pasillos y rincones hay pizarras donde apuntar ideas. “La creatividad está muy valorada, y no se puede dejar pasar una buena idea por no tener un lugar donde apuntarla”.


En Google, el trabajador se fija su propio horario. Además, el 20% del tiempo que pasa en la oficina, lo dedica a desarrollar sus propias ideas. Una iniciativa con éxito más que probado: un trabajador concibió y desarrolló Gmail (el correo electrónico de Google) durante ese 20%. Está claro que en esta empresa saben cómo motivar al trabajador: comparten con él sus propios beneficios y todos los años le suben el sueldo.  Pero como el dinero no lo es todo, van más allá: ¿cansado, estresado? En este ambiente, parece difícil llegar a sentirse así pero, si te llega a pasar, la solución para relajarte la tienes en la propia oficina: una sala de masajes.


¿Entonces, les dejo una copia de tu curriculum?

miércoles, 2 de marzo de 2011

kron tv

Hoy he visitado Kron TV, una cadena de televisión que cubre el Área de la Bahía de San Francisco. Está asociada a la NBC (National Broadcasting Company) y tiene un informativo matinal que dura siete horas (desde 4 de la mañana hasta las 11), algo único en Estados Unidos. He tenido la oportunidad de ver la última hora del noticiario de hoy.


Varias cosas me han llamado la atención. En primer lugar, la cantidad de anuncios que emiten a lo largo del informativo. Ocupan un 30% del tiempo total. Aunque realmente no sé de qué me sorprendo, es solo una muestra más de la importancia del dinero en este país. En segundo lugar, me ha llamado la atención la cantidad de conexiones en directo que hacen con reporteros fuera de plató (en el de hoy, 7 en una hora) y la atención que le ponen al tráfico. Pero lo que más me ha sorprendido es la aceleración con la que cuentan las noticias. Me explico: me da la sensación de que persiguen, con más afán que España, uno de los principios más importantes del periodismo: “Show, don’t tell it” (Muestra, no lo cuentes). A pocas historias les dedican más de 30 segundos. Intentan informar de lo justo para entender la historia y punto. Sin rodeos. Ni adornos ni florituras, la noticia pura y dura. Sin embargo, noto que algo falla. Igual es porque estoy acostumbrado a un tipo de informativo diferente, pero siento que cuentan las noticias de manera acelerada. Tienen tan poco tiempo para contar las historias que parecen que lo cuentan todo en una frase de medio minuto, sin parar si quiera para respirar. En el plató, esa sensación de velocidad está igual de presente. Me agobia. A ellos, parece que no. En cuanto cortan para los anuncios, se les ve relajadísimos. Cuestión de acostumbrarse, como todo.


La tecnología, la misma que en España. Eso no varía. Después del informativo, me he probado a leer un par de historias a cámara. ¿No me queda mal, verdad?


El vestuario habría que mejorarlo. De todas formas, no creo que acabé por aquí. Estoy seguro de que los platós de Antena 3 me quedarían mucho mejor.

lunes, 21 de febrero de 2011

edgehill #321

La mayoría de los estudiantes de la Dominican University vive en el campus. Que te toque en un sitio o en otro, depende del puro azar: a principios de curso (aquí, finales de agosto) se asignan las viviendas por sorteo. Muchos viven en Pennafort y Fanjeaux (dos edificios de tres plantas con habitaciones dobles y triples), otros en Meadowlands (un casón antiguo, con habitaciones dobles, que dicen estar encantado por la presencia del fantasma de un niño que murió allí hace años) y, los más afortunados en el sorteo, en Edgehill, el sitio preferido por todos, un complejo de apartamentos para cuatro personas. Aunque yo no entré en el sorteo (llegué en enero), tuve suerte y entré en el apartamento 321, cubríendo la plaza de un alumno que abandonaba la universidad.


Vivo con tres muchachos del norte de California: Derrion Webster, Eddie Suave y mi compañero de habitación, Galen Small. Lo llaman "Everybody's Dorm" (el apartamento de todo el mundo). Aunque somos cuatro, es raro que estemos solos, incluso a la hora de dormir. Por el día suele haber cuatro o cinco invitados y, durante las noches del viernes o el sábado, nos hemos llegado a juntar veinte. Y no vienen más porque en el primer semestre tuvieron problemas con la universidad. He visto fotos en las que aparecen casi cuarenta personas en el salón, y calculo que no tendrá más de 20metros cuadrados. Las fiestas son locas, al más puro estilo 'American Pie'.



Mucha fiesta y mucho desmadre, pero también orden y limpieza. Los domingos por la tarde, una vez recuperados de la resaca, toca faenar (aspiradora incluida). Es como una regla no escrita. Y no solo es así en nuestro apartamento sino en todos.

Por la mañana, a clase; solemos estudiar por la noche, ya que las tardes las dedicamos a hacer deporte, dar una vuelta y relajarnos. Para esto último, pasamos buenos ratos en el salón, viendo películas o jugando a la play. Respecto a las pelis, da igual que sean comedia o no porque, aunque no fumes, el ambiente que se respira hace que acabes riéndote hasta con Los Puentes de Madison. Fumar marihuana está socialmente más que aceptado en California, sobre todo en el norte. La legalización parece estar muy cerca -o al menos, eso dicen aquí- aunque, por ahora, la ley solo permite su consumo con fines médicos y/o terapéuticos.


La marihuana de San Francisco y alrededores es bastante más fuerte que en España (o eso me han dicho) y, aunque no está oficialmente legalizada, es casi como si lo estuviese. Lo único que necesitas para comprar y consumirla legítimamente es una tarjeta que actúa en forma de receta en la que tú decides las dosis y la cantidad. Para conseguirla, basta con decirle a tu médico de cabecera que tienes fuertes dolores físicos (de espalda, por ejemplo) y que la marihuana te los alivia. Y a volar. Nunca mejor dicho.

La "tarjeta verde" de mi vecina y amiga Lucy:

Paz y amor.

jueves, 27 de enero de 2011

dominican university of california

Mi universidad está en la ciudad de San Rafael, a 12millas (20km) al norte de San Francisco, pasando el Golden Gate. Pertenece al Condado de Marina, uno de los más ricos (y más caros) de Estados Unidos. Es una ciudad pequeña (55.000 habitantes), cómoda y fácil de manejar.


La universidad, fundada en 1890, tiene un campus bastante grande (4hectáreas) para los alumnos que tiene (2.500). Lo que la hace única es el entorno: está sumergida en la naturaleza.




Un arroyo, el Sisters Creek, atraviesa el campus…


La mayoría de los estudiantes vive en los apartamentos de la universidad.


Las aulas están muy bien. Aquí sí que luchan por proteger el medio ambiente: hay clases en las que no se ven folios ni libretas… Cada mesa tiene un iMac de 27pulgadas.


El comedor de la universidad no está nada mal. Eso de que en EEUU no se come bien no es del todo cierto. Se come mal porque la mayoría de la gente tiene malos hábitos, pero si quieres comer bien, en los supermercados hay de todo, y fresco; y en los bares y restaurantes, también. Aquí en el campus desayunamos, comemos y cenamos (bueno, más que cena, merienda, porque se hace sobre las 6 de la tarde). Todo comida orgánica. Es bufé libre y, por lo general, hay donde elegir: carne, pescado, pasta, verduras y, por supuesto, pizza y hamburguesas; todo tipo de fruta y postres muy variados.


La universidad es una pasada. Nada comparado a lo que he visto antes. A quien no haya empezado todavía la carrera, le recomendaría que la hiciese aquí sino fuese por un inconveniente bastante importante: el precio. El curso cuesta $52.000 (39.000€), así que la carrera completa sale por $208.000 (156.000€). Y no es ninguna broma.

domingo, 16 de enero de 2011

desierto de barstow

Tensión, liberación, poder, concentración, descarga de adrenalina... Menuda mezcla de sensaciones trepando sobre cuatro ruedas las montañas rocosas del desierto de Bartow (San Bernardino) y 'volando' a 50mph (80km/h) por sus caminos de arena (aunque pueda parecer poco, en las condiciones en las que ha sido, la sensación de velocidad era máxima). Una ruta de 50millas (80km) en quad, 40 en un Yamaha Rhino 4x4 (660cc)...


y 10 en un Honda TRX (450cc). Tranquila mamá, iba bien protegido:


Llevar estos bichos es una experiencia única, pero aún lo es más si, cuando levantas la vista o haces una parada, te encuentras con estos paisajes:


El desierto de Barstow está a poco más de una hora de la ciudad de Los Ángeles. Y eso no es todo. Viviendo aquí, en menos de un hora estás mono y los esquís en la montaña. El mismo tiempo que tardas en plantarte sobre la tabla de surf en las playas del Pacífico. Vamos, que aquí el que no hace deporte, no tiene excusa. Lo de la nieve y los deportes acuáticos ya los probaré más adelante. Mucho tienen que gustarme para superar lo de hoy en Barstow. Y eso que hemos tenido un par de atascos y algún que otro susto. Aunque yo iba tranquilo. Bryan (el bombero) tiene experiencia y sabe por dónde meterse y por dónde no.


El de Barstow es un desierto total. Lo único que hay es un restaurante de moteros. El Slash X Ranch, famoso por su aparición en Erin Brockovich (2005, Stever Soderbergh) y Death Proof (2007, Quentin Tarantino).


En la parte trasera tiene una terraza con una decoración muy chula...



y música country en directo.


Después de coger fuerzas en el Slash X Ranch, a seguir la ruta.


Menuda puesta de sol.


Una experiencia increíble. Si lo del periodismo no funciona, no descarto probar suerte en el Dakar.